ID:   00000159

FECHA:   6 / 3 / 1890

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RESUMEN:
Alcalá Galiano solicita vehementemente ayuda y respuesta de Galdós respecto a sus ansias pos dejar el consulado. Le informa de la ausencia de avances en las gestiones realizadas por amigos y parientes.

TRANSCRIPCIÓN:

Newcastle on Tyne, 6 marzo, 1890
Mi muy querido Benito: aunque no me escribes nada acerca de mi pleito[subrayado] ya sé que no me olvidas y que estarás haciendo todos tus esfuerzos por sacarme de este pozo de carbón en que he caído y del que, por lo visto, no hay fuerza humana, o por lo menos española, capaz de extraerme [subrayado] a la luz del día. Como en virtud de mis cartas habrías hecho una especie de triple alianza con mi pariente Juan Valera y mi amigo Rafael Labra para hacer más eficaz vuestra acción mancomunada en mi favor y para hacer llegar vuestra voz trina y una al corazón de mi jefe, el Marqués de la Vega de Armijo, hoy te escribo ésta carta, que puedes leer y considerar como dirigida a tus dos asociados, con objeto de rogarte que no machaquéis más en hierro frío ni perdáis tiempo hablando al Ministro de Estado, pues tengo la convicción de que no hará nada, según te voy a probar. No sé si te dije o sabes que al actual Ministro de Marina es primo mío, casado con mi prima Pepa en cuya casa vivo cuando voy a Madrid. Como era natural, Romero, deseoso de ayudarme y ateniéndose a mis indicaciones, al hablar y pedir al Marqués que me lleve al Ministerio sin ascenso [subrayado] para facilitar la cosa, le rogó que si no podía o quería que lo dijese con absoluta franqueza en vez de hacer perder el tiempo con falsas o inútiles promesas. Según me escribe mi prima, Vega Armijo contestó: que no puede hacerlo, que no hay vacante en el Ministerio, que no puede quitar a nadie para hacerlo, pues las plazas allí están como vinculadas[subrayado]  (palabras textuales). Como ves, ante palabras tan francas como categóricas es inútil insistir en pedir nada pues solo se lograrían hipócritas amabilidades y promesas desprovistas de toda intención de cumplirlas. Basta pues de farsas. El Ministerio de Estado está hecho solo para uso particular de los diplomáticos. Allí no quieren cónsules y si alguno se cuela /como lo ha hecho uno hace cuatro meses/ es a regañadientes y de un modo furtivo y transitorio. Trece años de pretender a volver a aquella casa (donde los diplomáticos entran y salen como en posada propia) sin que me hayan valido mis antecedentes, servicios, nombres parientes, amigos, etc., etc., me han persuadido de que allí no me quieren admitir y por consiguiente, la conveniencia, la desesperación y la dificultad misma me aconsejan salir de ese ministerio de compadres y niños mimados y dejar para siempre odiosa carrera consular que con su aburrido y angosto reglamento cierra los puertos al mérito y al favor, condenando a perpetuo destierro y absoluta acumulación al que por mis pecados o ajenos se encuentra en ella casi por sorpresa. En el Ministerio ha habido vacantes: murió en el mismo Archivo un Sr. Cernadas que ocupó mi plaza cuando yo salí para Jerusalén y sin embargo en vez de llevarme a mí allí habrán llevado a algún joven Metternich[subrayado]  en flor. Nada, Benito: ni allí quieren cónsules, ni yo quiero serlo pues estoy hasta la coronilla.
Bien sé que obtener puesto en otro Ministerio es dificilísimo, cerrados como están los escalafones, sobre todo desde ciertos sueldos y categorías de los que yo necesito. Pero aun así, Hacienda y Gobernación, por su índole especial, por el número y aún movilidad de sus plazas pueden más fácilmente abrirme sus puertas si se machaca bien, con fuerza, perseverancia y buena puntería. Si aun esa carta fallase ¿no podríais, tú con tu vara alta en la Trasatlántica y tu amistad con el prepotente Gamazo; Juan Valera con su amistad con el generoso Bauer (más caritativo que muchos cristianos), Labra con sus infinitas relaciones, hallarme alguna plaza en Madrid en la Trasatlántica, en la Compañía de los tabacos, así alguna empresa de ferrocarril, sociedades de crédito, etc., etc. Hago esta indicación al acaso por si hay modo de hacer algo más práctico y posible en este sentido, pues /de/ mis pretensiones, que os ]tachado] /indiqué/ de obtener correspondencias en periódicos de América, tu silencio y una carta de Labra me han quitado las esperanzas. Si hubiera algún editor de Barcelona que me ocupasen en alguna otra importante y bien pagada y que me permitiera establecerme en Madrid y tener el pan asegurado por un par de años siquiera, entonces tiraría el consulado por la ventana y me lanzaría a Madrid pues lo que yo necesito es salir de esta carrera, poner el pié ahí, andar con mis propios pies trabajar con mis propias manos, buscármelas y no estar a merced de los antojos de ministros de piedra berroqueña. 
Si nada podéis hacer, si mis pretensiones de trece años resultan problemas insolubles, si el ir ya a Madrid es más difícil, por lo visto que trasladarme a la estrella Syrio, decírmelo pronto y sin reparo y yo tomaré las extremas resoluciones que me aconseje la desesperación, el cansancio el desengaño y sobre todo el amor propio ofendido ante el abandono en que me han dejado los que por el cariño y por la sangre debieran haberme tendido la mano en vez de dejarme perecer en la obscuridad y el olvido. 
Escríbeme breve y compendioso: dime la verdad pura; arráncame si es precioso, ese tumor del alma a que llaman la esperanza, que no por eso te querrá menos tu fraternal amigo
Pepe