ID:   00000089

FECHA:   26 / 12 / 1894

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PERSONAS NOMBRADAS:   ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ;

MATERIAS:   ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ; ;

RESUMEN:
Alas envía a G. un amplio y rico comentario crítico a partir del fracaso teatral de Los condenados.

TRANSCRIPCIÓN:

Oviedo – 26 de diciembre – 1894

Mi querido don Benito: he tenido un poco de trancazo, o cosa así, y por eso no le escribiré tan largo como desearía.─ Anoche leí “Los Condenados” [subrayado]. Empiezo por advertirle que una de las cosas en que menos me fío de mi juicio y precisión es en la condición de representables[subrayado] de las obras dramáticas, con relación a un público como el nuestro particularmente. Si no supiera yo nada del éxito de Los Condenados[subrayado] y me mandaran adivinar, dado el público de los estrenos, diría: Se habrá aplaudido el final del primer acto, mucho más el final del segundo y el final de la obra. Algunas escenas, en todos los actos, habrán parecido largas, otras sosas, otras oscuras. La idea capital no habrá sido bien apreciada. Si los actores eran buenos concibo momentos de entusiasmo, si malos cierta frialdad general. Por último: no me sorprendería equivocarme y que hubiera sido un gran éxito, con actores buenos, sobre todo León, Paternoy y Salomé.
Por lo cual, creo que el parti pris[subrayado] de los enemigos ha contribuido mucho al mal éxito. También habrá contribuido la mala representación. Vd. tiene un optimismo deplorable en este punto. Ha ido Vd. muy poco al teatro, ha visto muy pocos actores, y con su gran imaginación y benevolencia y deseo[subrayado] que lo hagan bien, ve lo que no hay.
Tomar a Cepillo por un actor bueno de verdad es un absurdo. La Cobeña (muy guapita) ¡qué sabe la Cobeña! Thuillier, muy simpático y a quien yo quiero mucho, tiene intención, instinto... pero no tiene ni voz ni cara expresiva ni inspiración. Si hubieran trabajado Vico, Rafael Calvo (+) y la Guerrero se hubiera aplaudido la obra, sin entender lo principal y aburriéndose a ratos el público.
Hasta aquí, las culpas ajenas. Ahora las de Vd. La idea capital era muy sutil para nuestro público, sobre todo en su elemento religioso; porque este país de los grandes místicos es uno de los que más terre-à-terre entiende la religión y la ven sólo en los símbolos que les hablan a los ojos o al interés personal. ─
La sutileza ideal del asunto pedía, además, un medio formal [subrayado], claro, transparente, en que no se distrajera la atención a objetos externos extraños, pintorescos, poco familiares; un medio en que estuviera más identificada la forma[subrayado] con el fondo, en que no hubiera lugar a discutir (con razón o no) la verosimilitud de tales acciones y palabras en tales personajes, ni a discutir si quedan explicadas sus transformaciones. A mi entender una de las cosas que más ha dañado a los Condenados [subrayado] es la relación del medio[subrayado] al asunto interno. ¿Sugirió a Vd. la idea la visita del lugar[subrayado] o buscó el lugar para la idea? De todos modos, hubo a mi entender equivocación. No discuto la verosimilitud, no niego la posibilidad de que todo esto pase en Ansó, pero tengo por seguro que al público le desorienta encontrar tales cosas místicas en un escenario que parece el de Zaragüeta. Para una doña Perfecta [subrayado] dramática, servían el lugar, las costumbres etc. etc.; la venganza familiar germánica de Arbues [sic], muy bien, yo he visto casos en Zaragoza... pero no para cosas tan superfinas. No estoy seguro de tener razón, pero si respondo de que extrañan, desorientan y enfrían el lugar del cuento[subrayado], los incidentes románticos[subrayado] del cuento. Aquel Roque Guinart que parece un P. Bourget cuando habla y un héroe de Dumas padre cuando obra, y tiene la vaguedad[subrayado] selvática del Niño de la Bola[subrayado] y una oscuridad histórica (hasta el final en que se explica esto, tarde[subrayado] ya para la estética, si no para el argumento), es un personaje que no puede compararse con un Federico Viera; me parece falso, antipático (estéticamente) hasta el final... cuando ya no se le puede perdonar[subrayado] sino a fuerza de reflexionar.
El verdadero Paternoy[subrayado] nace y muere en el primer acto, escena efímera; sólo resucita en los momentos en que se vuelve a tratar de su moral[subrayado] con motivo de él mismo: en la escena del juramento (muy hermosa per se[subrayado] y muy nueva en cierto modo, a pesar de la monja de Víctor Hugo que miente en igual caso) y cuando se trata de su cólera y de su soberbia. Por lo demás, su drama[subrayado], que parecía que iba a ser el drama, se acaba en el final del primer acto. Por cierto que hay contra su conducta en tal situación un argumento de escalera abajo[subrayado] de Derecho civil y canónico[subrayado], que no sé cómo no lo aprovechó la crítica (?).
Paternoy era santo... cristiano, por lo menos acataba la religión y las costumbres... ¿Cómo da aquel veredicto? Bueno que renuncie a Salomé, que la entregue a León... pero casada; no dejándolos marchar juntos sin casarse. Esto no podía ser bueno ni para Paternoy, ni lo podían consentir Gastón y los demás, pues la gran autoridad de aquel (algo hipnótica[subrayado]) no llegaría a hacerles ver como santo y bueno un amontonamiento[subrayado].─ Es más, desde el momento en que se conviene que Salomé sea de León, ella misma debe portarse de otro modo, no como si hubiera habido que recurrir a la fuerza. León para engañarla debía recurrir a otro expediente.
Volviendo a lo principal: Paternoy no debía pasar a 2º término, como pasa, haciéndose algo abstracto, dejando en parte de ser santo-hombre, para ser un esquema-ético; la santidad de la viejecita, más natural y mejor reflejado, pase porque fuera incidental, por su índole poco reflexiva. Salomé no sé qué tiene que no llega a entusiasmar. Dice cosas muy bonitas, muy naturales y fuertes cuando cuenta su amor a Santamona, cuando siente celos, cuando está loca (esta parte es la que debiera[subrayado] estar guardada para composición más feliz, porque, a pesar de que la mujer[subrayado] es repetición en Vd. y la locura en tal caso está muy usada, hay aquí un nuevo aspecto hondo, místico, de mucha hermosura, apenas vislumbrada entre[subrayado] los dichos ingenios pero en la balumba de cosas exteriores[subrayado], precipitadas, fragmentarias se pierde el interés de su carácter.
La psicología en el teatro, sobre todo cuando ha de haber transformaciones, es muy difícil. Cuando no se tiene el secreto de Shakespeare[subrayado], o cuando el asunto no ofrece por feliz invento, momento crítico[subrayado], típico (como lo hubo en Realidad) es muy fácil caer en uno de dos inconvenientes; en el análisis extensivo[subrayado], novelesco, o en las elipsis convencionales que matan el interés exigiendo demasiado del espectador. En Salomé y en León se ve esto último. Los acontecimientos externos que causan, o mejor, determinan el cambio, son suficientes, pero no se ve, y lo que es peor no se siente, no sé consiente (sin-patiza) [subrayado] con la transformación interior.
Todas estas triquiñuelas se hubieran sentido con buscar para tan sutil idea, medio más a propósito; en lugar, costumbres, almas y acción. No olvide Vd. que hablo desde el punto de vista de la representación; que trato de explicarme por qué no gustó, y por eso dejo a un lado el mérito intrínseco y no tomo en cuenta los argumentos que más honda reflexión pudiera acaso tener en defensa de todo lo hecho por Vd. Pero ya sabe Vd. que no es a fuerza de sutileza lógica y de complicados distingos como se puede defender el buen éxito que merece un drama.
Además, creo q[ue] esta vez ha pensado Vd. más que sentido (como artista) su obra. Noto cierta sequedad simbólica. (No siempre: cosas hay /tiernas/) Otrosí; Vd. quiere agradar en parte con medios de antigua tramoya, que ni Vd. maneja bien, ni pegan con la índole natural de su teatro. En todo lo que se refiere a las relaciones de la escena le veo a Vd. demasiado metido (con angelical candor de gran artista y buen hombre) en el oficio. Mire Vd. que antes no enterraban a los cómicos en sagrado (no lea Vd. esto a María Guerrero a quien yo no enterraría en ninguna parte, porque le deseo eterna vida). Hay que pensar menos en los Morenos[subrayado] y en los Pirracas[subrayado] y hasta en los Sellés y Cepillos. No le hablaría a Vd. de esto a no ser por la relación que tiene con nuestro asunto. Trabaje Vd. con más espontaneidad, sin procurar amalgamas imposibles; sea Vd. siempre más Galdós[subrayado], aunque digan los necios que eso no es teatral[subrayado]. Realidad[subrayado] no era teatral y le gustó de veras al público. Las aventuras y el medio pintoresco de “Los Condenados” contribuyeron principalmente al mal éxito. Y para que no crea Vd. que le /adulo/ y que no quiero ver ningún defecto de fondo, le repito lo de antes, ahora más pedantemente; que en Los Condenados le ha llegado Vd. lo que Platón llama la dianoia [subrayado] (δίαηοία) pero no a lo que llama la noesis (νησρίσ).
	Estoy muy fatigado y no prosigo. Prescindo de halagarle a Vd. el oído enumerándole las bellezas de estilo, los rasgos de autor[subrayado], etc., etc., que abundan en la obra, porque no es eso lo que no ha gustado[subrayado] (será a lo sumo lo que no han visto) pero Vd. no necesita que yo se lo señale. En una crítica para el público es claro que hablaría mucho de esto, y de la idea principal [subrayado]etc., etc., pero no es de esto de lo que Vd. quiere que yo le hable. 

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No le escribí porque Vd. me dijo que no lo hiciera.─ No consulté con Vd. mi Teresa[subrayado] porque no sabía donde estaba Vd. cuando la escribí. Lo hice del 7 al 12 de julio, por sugestión de una persona a la Guerrero, el día que despedimos a Vd. en Gijón, y por inspiración[subrayado] de una carta cariñosa de Echegaray. A este envié mi obra y antes de 24 /horas/ recibí un telegrama suyo que decía: “Hermosísimo. Teresa belleza suprema”. Este último adjetivo querría decir otra cosa, pero en fin, a Echegaray no le parecía mal la cosa, pues es sincero, y por eso me animé. Por eso, y porque María lo sabrá hacer y porque a mí los Morenos[subrayado] y los Pirracas no me llegan muy adentro; y Vd. lo verá.  
No doy gran importancia al éxito y por eso ve Vd. que no le acompaño mucho en el sentimiento (Flaubert daba importancia a la legión de honor) porque Galdós[subrayado] tiene poco que ver con esas vicisitudes en que casi todo se debe a la suerte. Las comedias, aquí sobre todo, se escriben en décimos de la lotería.
Esta carta, por los paréntesis y ciertos voquibles[subrayado] parece krausista; pero no lo es; es obra de un ex-trancacista y un verdadero amigo y aún más admirador que le quiere mucho 
Leopoldo

Cosa rara: cuando yo escribí en Julio Teresa no conocía María Rosa (ni ahora) ni los Condenados; pero en Teresa hay como en María Rosa, una carretera, un borracho, un cuchillo afilado (incruento) un hombre escondido; y como en Los Condenados: una herrada, la Foz, y una escalera en cuyo hueco se esconde uno.
Por lo que más quisiera que Teresa gustara es por dar después “Esperaindeo” en tres actos.